viernes, 1 de septiembre de 2017

Tour alrededor del Mont Blanc - 4

La etapa que nos lleva de vuelta a Francia es más corta. Hoy tenemos que subir al Col de Balme para pasar de nuevo a Francia. La subida es bastante fácil, y la llegada al Col de Balme muy chula. El refugio de ventanas rojas que está justo en el collado le da personalidad. Además, la cumbre del Mont Blanc empieza a verse cuando te aproximas y es imponente. Es la primera vez que vemos su cara francesa. Las vistas del valle de Chamonix desde el Col de Balme son fantásticas y pasamos un buen rato aquí haciéndonos fotos, adivinando cuáles son los picos y glaciares que se ven y, simplemente, disfrutando de estar allí. Es un collado muy concurrido, no solo por los senderistas sino por corredores que vienen a entrenar y gente que sube en el teleférico cercano. Desde el Col de Balme nos desviamos hacia la Aiguillette des Posettes lo que nos permite seguir disfrutando de las vistas y del día. Las palabras se quedan cortas incluso para hacer una lista de todo lo que hay aquí, y mucho más para intentar describirlo. Hoy acabaremos la etapa antes de comer llegando a uno de los refugios más bonitos de todo el tour. Una casa de madera en medio de Tré-le-Champ es nuestro destino, llegamos antes de comer y fuera tiene unas mesas, también de madera, magníficas. Celebramos la vuelta a Francia aquí rodeados de casas de madera oscura y flores, glaciares y montañas. Si lo intentas imaginar no podría ser más bonito. Somos conscientes de que el sol ayuda a la estampa idílica que tenemos del sitio, pero esa consciencia dura poco. La segunda botella de cerveza nos hace olvidarnos de los caminos, el polvo, las piedras y las subidas. Sólo existen estas mesas, el sol, los amigos, las risas y la cerveza. Hasta podríamos pasar sin comer hoy. O eso pensamos hasta que alguien más sensato decide que es mejor pedir unas tablas de quesos. Rico riquísimo.


El refugio de la Boerne es muy bonito y muy pequeño. Por dentro es todo madera así que parece que estás en un barco. Es un sitio muy curioso donde todos los rincones están aprovechados. Igual de aprovechados son los coreanos con los que compartimos el desayuno al día siguiente. La fruta aquí es un artículo de lujo y el que ellos se lleven toda la que había en el plato común casi provoca un conflicto internacional. La suerte que tienen es que seguimos de buen humor de la fiesta del día anterior.

Apenas nos quedan dos etapas para acabar el TMB. Al día siguiente, día 9 de ruta, dormimos en el refugio de La Flégère, pero sólo después de hacer muchas cosas. Estos días en el valle de Chamonix son muy entretenidos, desde luego si te gusta la montaña aquí es imposible aburrirse. Para ir de Tré-le-Champ hasta el refugio vamos a pasar por el Lac Blanc, lago de postal y excursión de un día desde Chamonix. Nosotros llegaremos después de pasar la Aiguillete d'Argentière y de subir varias escaleras que ponen a prueba el miedo al vacío y el vértigo. Este es el camino más corto para ir a los Lacs des Chéserys y al famoso Lac Blanc y claro que nadie se da la vuelta. Es cansado subir con la mochila por las escaleras metálicas, pero, una vez más, la experiencia y las vistas merecen mucho la pena. Eso sí, en la orilla del lago toca bocadillo y siesta, como buenos excursionistas. Cuando empieza a nublarse emprendemos el camino de bajada con mucha piedra y escalón que nos lleva al refugio de La Flégère. Nos cruzamos una vez más con el grupo de jubilados norteamericanos y la señora de la falda naranja. El refugio de hoy es grande y nos toca habitación con ventanal y vistas. No está muy lleno, debe ser por la cercanía a los pueblos de Chamonix así que todos los asuntos cotidianos, ducha, lavar ropa, cargar baterías, son fáciles. Pasamos la tarde admirando las vistas: el Mont Blanc, los glaciares, la Mer de Glace, las Drus. Las nubes juegan con las cimas y con la Aguille de Midi. Anuncian un día lluvioso para nuestra última jornada.

El último día de nuestro TMB amanece lluvioso, neblinoso, pasado por agua. Parece que después de tanto día con sol no nos vamos a escapar de mojarnos. Salimos todos equipados, hay que estrenar las chaquetas y capas de agua, pero el mal tiempo era sólo una amenaza. Vamos por un sendero bastante aéreo a veces dentro de la nube, pero poco a poco va abriendo y vemos la niebla en el valle, enredada en los pinos de las laderas y bailando con el calor del sol que empieza a notarse. El TMB nos despide con un juego de nubes y luces que aún no nos había ofrecido. Nuestro último punto alto es el Brévent con 2525 m. El camino para llegar a su cima es sorprendente porque deja el valle principal para atacarlo entre rocas y escaleras de lajas de piedra por su parte de atrás. Un recorrido divertido donde no faltan las cabras montesas y que da sensación de estar perdido en medio de Gredos. Sin embargo a la cima del Brévent llega un teleférico y hay una explanada con carteles que cuentan la historia geológica y glaciar del sitio. Nada que ver con la soledad de las rocas de la subida. Aquí acabamos el embutido extremeño que había aún, retrasando la bajada mientras esperamos a ver si las nubes abren y nos dejan ver la cima del Mont Blanc. No hay suerte y empezamos el camino de bajada que está bien trazado con grandes zetas que nos llevan al refugio Bellachat con vistas fantásticas de los glaciares y desde el que vemos  cordadas subiendo al Mont Blanc de Tacul y un helicóptero de rescate. Es otro sitio carísimo, aquí se le saca buen partido a las vistas y las ganas de sentarte en las mesas. Desde aquí podríamos ir directos a Chamonix, donde dormiremos hoy, pero todos queremos cerrar el círculo y hacemos la bajada más larga hasta Les Houches. Es raro acabar, saber que al día siguiente ya no caminaremos y yo estoy un pelín triste. En cuanto llegamos a los coches se pone a llover. Nos vamos a Chamonix, dormiremos en el albergue de la juventud con unas instalaciones estupendas y celebraremos el final de esta aventura con cerveza y futbolín después de cenar.  Durante diez días hemos compartido cuestas, historias, risas y paisajes magníficos. Y esta noche compartimos la felicidad del camino completado, del reto superado. El TMB ha superado con creces mis expectativas. He sido feliz saltando entre sus piedras y teniendo la oportunidad de disfrutar tantos días de personas excepcionales. El viaje, el sueño, se acaba. Pero llevo conmigo la luminosidad de estas montañas, y bien guardaditos, los abrazos y las risas de estos días a los que volveré cuando os empiece a echar de menos.