La aventura que se ha montado Javier recorriendo la ruta 40 argentina hacia el sur me sirve de excusa para viajar a uno de mis destinos soñados. Patagonia era otro de aquellos lugares que parece que nunca van a pasar de la lista de los deseos a la de preparativos. Y de repente, aquí estoy, en el invierno austral y en una ciudad lejos de los sitios emblemáticos a los que quiero ir...pequeños detalles porque lo importante es que estoy en Patagonia!! No tiene sentido esperar que todas las condiciones sean ideales para hacer algo. Al final, si lo piensas mucho siempre hay algo que no encaja y sirve de excusa para quedarte en la comodidad de lo conocido. Cuesta alejarse, aunque sea por poco tiempo, de los seres queridos.
Río Gallegos es la capital de Santa Cruz, en el extremo sur del continente americano. No es muy grande aunque las calles centrales son muy animadas. Se nota que es el principal centro urbano en muchos kilómetros. Visito la catedral, que es una iglesia pequeña de madera y chapa construida con la fundación de la ciudad en 1885. Visito también el estuario y su centro de interpretación ambiental. La zona intermareal y las marismas ocupan una gran extensión y dan cobijo a multitud de aves, incluyendo el macá, endémico y amenazado. En un frío paseo veo además de gaviotas, el pato crestón y varias parejas del bonito cauquén. Uno de los principales problemas de conservación de la zona es la contaminación. Los abundantes restos de plásticos y diversos envases en la marisma son buena prueba. Más tarde descubro que Río Gallegos ha pasado por una huelga de basuras de meses que acabo hace tres días y aún se está recuperando.
Descubro que la calefacción funciona con estufas de gas, a veces hasta con fogones que no cocinan pero se encienden para calentar la sala. Y también que las medidas de seguridad sobre ventilación y estufas de gas no han llegado a este lugar.
El segundo día alquilo un 4x4 para ir a Cabo Vírgenes. Casi tres horas para recorrer 134 km en un camino de ripio, o sea, sin asfaltar y, tras el invierno y toda la noche lloviendo, lleno de baches, charcos y barro. ¡Nada mejor para empezar a conocer Patagonia!
En el camino además de las ovejas merinas, que hay millares, veo zorros, liebres, guanacos, ñandúes, rapaces y parejas de cauquén. Todo bajo la luz plana de esta latitud filtrada entre la niebla. Es como había imaginado y siento un escalofrío de emoción.
En el camino yacimientos de petróleo y estancias gigantescas que crían merinas y reciben dinero de las petroleras que explotan el subsuelo. Finalmente llego a Cabo Vírgenes y la niebla apenas deja intuir el famoso faro que lleva 111 años guiando a los barcos que pasan por el Estrecho de Magallanes. Un cabo de la armada argentina que está de servicio en el faro me cuenta muchas historias del lugar y hace de guía para llegar a Punta Dungeness, justo en la entrada del Estrecho. Aquí hay otro faro, chileno, separado de Argentina por una alambrada. El sol finalmente aparece iluminando la arena negra y el encuentro de las aguas del Atlántico y del Pacífico. El faro de Cabo Vírgenes se despide saliendo imponente de la niebla. Comienzo el regreso a Río Gallegos con la luz del atardecer reflejada en los charcos que bordean el camino. El agua se tiñe de naranjas, violetas y azules, en un espectáculo mágico que culmina con una gran estrella fugaz que cae delante de mí. Hay veces que simplemente estás en el lugar que debes estar.
Gracias Susana por compartir tu experiencia. Leyendo tu relato, por un momento, sentido que estaba contigo, viendo lo que tu ves y emocionandome con el viaje. Un abrazo. Ana
ResponderEliminarGracias Susana por compartir tu experiencia. Leyendo tu relato, por un momento, sentido que estaba contigo, viendo lo que tu ves y emocionandome con el viaje. Un abrazo. Ana
ResponderEliminar