30 de
noviembre de 2015. En Santiago de Chile huele a verano, las tardes son largas y
el cuerpo, que ya estaba en modo invierno, no entiende muy bien qué pasa pero
lo disfruta igual. Nos quedamos en Lastarria, un barrio chic en el centro de Santiago,
cerca de la Universidad y con muchos restaurantes. Es mi primer contacto con el
sushi chileno, el ceviche, los coyuyos, el pescado y el pisco sour. Esto de
venir con alguien que conoce el lugar es una maravilla. Me gusta el centro de
Santiago, tiene un cierto aire europeo, excepto por los predicadores nocturnos
y los cafés de señoritas.
Al
principio me cuesta entender a los chilenos, hablan muy rápido y con
expresiones y palabras que no conozco. Nada como unos días muestreando con un
grupo chileno en los Andes para aprender. Aquí la magnitud de las montañas es
diferente y la vegetación también. Es el inicio de la primavera en alta montaña
y, además de bonito, es muy interesante. Acabamos recogiendo muchas más
muestras de las planeadas, algo que se convertirá en rutina en este viaje.
Tras
los primeros muestreos bajamos a Concepción, y de repente parece que nos hemos
trasladado al centro de Portugal. Eucaliptos, pinos, acacias y todas las
hierbas europeas rodean a Concepción. Esto sí que es invasión biológica. Durante
mi primer asado chileno nos cuentan muchas historias del terremoto que asoló
Concepción hace pocos años. Como si la naturaleza quisiera participar en la
conversación todo tiembla de repente. Dura poco y nadie le da importancia, aquí
no llega a categoría de terremoto aunque haya sido de 5,3. Es lo que tiene
vivir en un país encima del Anillo de Fuego del Pacífico. Aquí en las playas
hay avisos de que estás en zona de tsunami. Como para bañarse.
El día
de descanso nos acercamos a Nahuelbuta, el parque natural donde la estrella es
la Araucaria araucana. Después de
tanta plantación de pino y eucalipto llegar a esta reliquia de bosque nativo es
como entrar en otra dimensión. Las araucarias son enormes, extrañas,
prehistóricas, y están acompañadas por dos especies de Nothofagus, las hayas del sur, formando un bosque lleno de
líquenes. Es como estar en Parque Jurásico. El paseo que hacemos dentro del
parque es hermoso, vemos pájaros carpinteros y cacatúas, y echamos de menos que
aparezcan dinosaurios entre la niebla. El viaje ya está en su mitad, y como en
todo buen viaje, la llegada a Chile ya se encuentra en un pasado muy lejano. Mucha información nueva se condensa
en estos días: paisajes, gente interesante, plantas y flores sorprendentes, y además
trabajando.
A
partir de hoy comienza la siguiente etapa que nos lleva al norte. Tomamos el
bus nocturno de Concepción a Santiago. Recorremos las calles desiertas de
Santiago a las seis de la mañana hasta conseguir desayunar en un local
alternativo con Silvio Rodríguez de fondo. Nos da tiempo a trabajar y tener una
reunión antes de tomar el avión con destino Antofagasta. No se puede decir que
no aprovechamos los días.
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