domingo, 28 de julio de 2013

El Atlas

Este julio vuelvo al Atlas bereber, a sus tonos rojizos y sus piedras de tantos colores, a los valles exhuberantes de nogales y frutales, a los collados pedregosos y a los paisajes lunares.


Marrakech nos recibe extrañamente tranquilo. Nada que ver con el recuerdo que tenía de la Medina y el zoco de esta ciudad. Tal vez porque estamos en ramadán y la vida solo vuelve a las calles al anochecer, con el té, los dátiles, la harira y los dulces.

Nuestro guía marroquí, un gentleman del Atlas, organiza el viaje a Imlil donde nos esperan las mulas y la comida y el inicio del trekking. Comenzamos el sendero que nos llevará en cinco días al refugio del Toubkal. Un recorrido mágico por senderos, pistas y pedregales. Mañanas que comienzan con el amanecer, de subidas y bajadas para acostumbrar las piernas y el corazón a la altura y al esfuerzo. Tardes de relax y risas, de esas que alimentan el corazón.




Cada etapa nos lleva a un paisaje diferente. Desde Imlil a Tachedirt, una pequeña aldea desde la que nos dirigimos hacia Azib Likemt, un río y un prado que casi parecen fuera de lugar en  Marruecos en julio. El camino nos ha mostrado la aridez de estas montañas y también su cara amable que permite a los pastores y a las vacas pasar aquí el verano. Dormimos bajo un cielo estrellado, después de una merienda y cena magníficas preparadas por nuestro cocinero Ibrahim. Soñamos con las sonrisas de los niños que corren por estos caminos de piedras en chanclas y tienden la ropa lavada en las piedras calientes.




Al día siguiente el sendero nos lleva a Amsousarte, un pueblito en un valle de frutales exhuberantes. Hoy hemos visto por primera vez el Toubkal, desde el Tizi n' Ououraine, que se alza majestuoso por encima de los otros picos del Atlas. El sendero hoy casi no tiene zigzags y nos lleva por una ladera interminable hacia la última bajada al pueblo donde nos espera la sombra de la Gite y la comida. Bajamos entre casas de adobe de tres pisos y las miradas de los lugareños, habituados al paso de senderistas y turistas, que huyen de las fotografías indiscretas. Para mí la llegada a la Gite supone un refugio indispensable en el que descansar y reponer fuerzas tras el día de problemas gastrointestinales bajo el sol del Atlas. Nada que no se solucione con una tarde relajada, una cocacola y unos trocitos de sandía.



La cuarta etapa nos llevará hasta el lago Ifni subiendo por el valle y atravesando frutales y pueblos donde la vida parece mucho más simple de lo que pensamos. En el último pueblo, la sonrisa traviesa de dos chiquillos nos invita a descansar a la sombra de los nogales mientras jugamos con ellos y nos tomamos un refresco en el kiosco del que suponemos es su abuelo. Hace calor, y la compañía y la sombra invitan a quedarse en este rincón paradisiaco, pero aún nos queda casi toda la subida por hacer y el sol no perdona así que tenemos que seguir el camino hacia el lago. El esfuerzo se ve recompensado al llegar al collado y ver el lago azul debajo de nosotros. Los lagos de montaña tienen siempre algo mágico, y éste, rodeado por piedras de todos los tamaños, no es una excepción. Rodeamos el lago hasta llegar a nuestro chambao, donde nos espera una vez más la sombra y la comida fresquita, y claro está, uno de estos kiosquillos del Atlas con agua, cocacola y fanta de naranja. El viento sopla con fuerza toda la tarde, así que nos entregamos a la vida contemplativa bajo la protección del chambao. Nada hay mejor que contemplar el vuelo de las chovas, espiar a las mulas y disfrutar de la compañía y de la merienda.




Al día siguiente comenzamos a caminar justo antes de la salida del sol, nos esperan casi 1400 m de subida hasta el Tizi n' Ouanoums, el paso al valle donde encontraremos los refugios del Toubkal. La subida es larga, por un sendero bien definido, que sube desde el pedregal del lago siguiendo los arroyos que lo alimentan hasta llegar al collado por un sendero mucho más montañero, con estrechos zigzags y horizontes que se abren para mostrar el Atlas que nos rodea. Del collado hay una rápida bajada al fondo del valle y de ahí casi dos horas hasta los refugios. El valle tiene dos escalones grandes, de forma que el refugio sólo es visible cuando falta poco para alcanzarlo. Aquí encontramos de nuevo rebaños grandes de cabras y ovejas, que parece imposible que puedan sobrevivir con la vegetación tan escasa que hay. Pero ahí están...y también el río con sus cascadas. El Atlas, tan árido, en el que el agua y los ríos adquieren su verdadero significado de vida. El refugio del Toubkal supone un lujoso alojamiento, y también el encuentro con grandes grupos de turistas que llegan desde Imlil para subir al Toubkal en dos días. Nos sentimos afortunados por haber llegado hasta aquí cruzando varios valles conociendo un poquito la diversidad que esconde esta cordillera.




El último día del trekking es también el más largo y por ello volvemos a salir con el amanecer. La subida al Toubkal, aunque sin dificultad técnica, es empinada, entre rocas o en senderos arenosos. Hoy un viento frío nos acompaña hasta el collado, parece que quiere avisarnos de que estamos en montaña, aunque muchos de los que encontramos en la subida no vayan mínimamente preparados. Al llegar al collado, casi tres horas después de salir del refugio, nos desviamos hacia la derecha para coronar con una trepadilla el Toubkal Oeste. Sí, ese puntito blanco en la foto soy yo en mi primer pico por encima de los 4000 m.



Cruzamos hacia el collado de nuevo para encaminarnos hacia el Toubkal, piedras y más piedras por un sendero que nos llevará directamente a la pirámide metálica que marca su cumbre. Las vistas desde la cima son espectaculares: varios cuatromiles (el Ras, el Timesguida, el Afella), el AntiAtlas y el desierto a lo lejos, y además se puede seguir claramente la travesía que nos ha traído hasta aquí durante los últimos días. El viento amaina y nos permite disfrutar de la cima, de las vistas y de la buena sensación de haber llegado aquí. Sin embargo, la cima es sólo la mitad de una ascensión, ahora nos queda deshacer lo andado y volver al refugio. 



La bajada es divertida y en el refugio reponemos fuerzas con unas galletitas y refrescos. Empieza a hacer calor aquí abajo y hoy tenemos que llegar hasta Imlil. El sendero baja siguiendo el valle, hay puestos de venta de zumo de naranja, y cascadas que bajan desde lo alto. Es un paisaje magnífico. El almuerzo nos espera en un chiringuito en Chamarouch y bajo un sombreo de cañas metemos los pies en el agua fresquita que baja desde las cumbres. Aparecen ahora las sabinas que nos acompañan hasta el fondo del valle, donde el impresionante lecho del río sugiere que en otras épocas debe bajar mucha agua. Llegamos de nuevo a los frutales, a la sombra, a Imlil y los pueblos cercanos. Hoy dormimos en la Gite Tizi Mizik, un nuevo lujo que nos permite quitarnos el polvo del camino y dormir en cama, y también volver a internet y al mundo que habíamos abandonado por unos días. Recordamos anécdotas del viaje, como aquella tarde que hicimos de enfermeros para limpiar y curar un corte profundo en la frente de un niño. Las conversaciones acaban por llevarnos lejos de aquí, de las comidas y cenas estupendas, de la amabilidad de nuestros acompañantes y de los paisajes descubiertos, de vuelta a Europa y a los escándalos políticos que nos rodean.




El peregrinaje por el Atlas se acaba, y me voy con la sensación de querer más. Más días de caminar, más valles y pueblos nuevos y sorprendentes, más conversaciones y risas sin prisa, más noches bajo la luna y estrellas fugaces sobre lagos de montaña, más collados y más cimas, más de todo aquello que me empuja......el placer de sentir el viento en la cara, de sudar y conquistar subidas y bajadas, de respirar ese aire transparente que me llena de gozo.