martes, 29 de agosto de 2017

Tour alrededor del Mont Blanc - 3

Nos despedimos de las tumbonas, del Mont Blanc y del Refugio Bertone con ganas de quedarnos todo el día vagueando al sol. Pero nos espera el sendero y un nuevo refugio esta noche así que hay que ponerse en marcha. Hoy vamos al Refugio Elena pero en vez de seguir el TMB oficial haremos la variante de la Testa Bernarda. No hay palabras para describir la belleza de este camino que nos lleva por una sierra verde entre dos cadenas de montañas pedregosas y con vistas de lujo sobre las Grandes Jorasses. 


Aprovechamos para descansar y admirar estas enormes moles de piedra antes de alcanzar la Testa della Tronche y seguir una bajada vertiginosa al Col Sapin. Courmayeur vuelve a estar a nuestros pies, y este Col sería el camino más directo para venir desde el pueblo, pero así nunca habríamos visto el Refugio Bertone. Hoy hace un día estupendo que nos permite tumbarnos al sol más de una vez. Esta variante del TMB parece menos concurrida y atravesamos los valle de Armina y de Malatrà sin ver a nadie más. Estar solos en medio de estos paisajes no tiene precio. Además, este recorrido es una locura de cosas bonitas. Entre los valles existe un paso entre una montaña de piedra y otra verde. Un circo glacial cierra el valle de Malatrà en su parte superior y bajamos entre miles de flores y mariposas. Me concentro para grabar en mi memoria la bajada como flotando entre tantos colores. Soy feliz.
La parada para comer la haremos en las mesas del Refugio Bonatti, una vez más con vistas impresionantes de las Jorasses y los glaciares. El TMB no pierde una oportunidad para mostrar la grandiosidad de los Alpes y no hay forma de cansarse, cuando menos lo esperas te encuentras algo magnífico. Aún tenemos que bajar al valle, atravesando un torrente bendecido con banderas tibetanas, y hacer una nueva subida para llegar al Refugio Elena. Un viento helado sopla en la última parte del camino y entrar en el restaurante del Refugio es un alivio. Está en un sitio espectacular, una vez más, pero el frío que hace nos impide disfrutar de las vistas del glaciar. Lo bueno es que dentro se está bien, el refugio es amplio, la habitación y las duchas son muy cómodas y la cena está riquísima. Eso sí, la cerveza en la barra es un robo a mano armada. 
La siguiente etapa nos llevará a Suiza a través del Gran Col Ferret. Sigue haciendo frío cuando salimos del refugio aunque a las cabras montesas que triscan al borde del precipicio no parece importarles. La subida la vuelvo a hacer con Jesús, en este viaje nos hemos hecho compis de subidas y de algunas bajadas. Ha sido una suerte porque me estaba perdiendo una persona estupenda a la que apenas conocía. Desde el collado tenemos a la vista muchas montañas, entre las que destaca el Monte Rosa. Se ve también el inicio de la bajada a Suiza por un valle verde, como corresponde, que nos va a llevar a La Peule, con refugio, bar, mesas al sol y yurtas como almacén. Tras un breve descanso en las mesas de madera seguimos porque la etapa de hoy tiene unos 24 km y aún nos queda mucho. A partir de aquí vamos a caminar por el valle entre alerces y pinos altísimos y entre pueblitos suizos con sus típicas casas de madera. Almacenan la leña de una forma muy curiosa, apilada siguiendo la pared de las casas dándoles un aspecto muy curioso. En Issert nos reagrupamos para hacer la subida a Champex-Lac, bonito pueblo de vacaciones al lado de un lago suizo donde dan ganas de relajarse y ser rico. En la cena en la Pension-en-Plein-Air casi se me saltan las lágrimas con la ensalada magnífica que nos ponen de primer plato. Son las primeras verduras frescas que vemos en seis días. Y además están buenísimas.


La séptima etapa entre Champex-le-lac y Trient la hacemos por la variante de la Fenêtre d'Arpette. Es una de las etapas más bonitas del TMB. Salimos del pueblo entre bosques, valles y vacas por un camino cada vez más empinado y estrecho. Pasados los árboles vemos a lo lejos la Fenêtre, el collado que tenemos que atravesar y la pedregosa subida para llegar a él. Es una etapa muy montañera que me coincide con uno de esos días en que tengo el espíritu de la cabra montesa despierto, así que me lo paso como una niña pequeña subiendo a la Fenêtre por un sendero pedregoso, saltando entre las rocas enormes de la morrena y subiendo la pedrera final. En el collado se está genial, no hace viento, no hay nubes y hacia el otro lado tenemos el glaciar de Trient justo al lado. Es un espectáculo increíble y disfruto de los momentos allí arriba. Soy feliz otra vez. Es difícil explicar la sensación de bienestar infinito que tengo en este collado.
El sendero de bajada desde la Fenêtre es más técnico y empinado de lo que parecía, pero las vistas son magníficas. El glaciar nos acompaña un buen rato y es una excusa perfecta para parar a hacer fotos, y descansar un poco. En la parte baja del valle entramos en un bosque de pinos cembro enormes, con un sendero disfrutón en el que jugamos a que nos persiguen los indios. Es largo y hace calor pero al final llega la recompensa en forma de chiringuito muy cuco con sus mesas de madera y su cerveza fresquita. Desde luego, esto del TMB está muy bien organizado. Aquí nos relajamos porque ahora tenemos un sendero corto y fácil, siguiendo antiguas acequias, para llegar a Trient, el minipueblo suizo de iglesia de color rosa. Hoy dormimos aquí, hace una tarde estupenda y las habitaciones son cómodas. La fondue de la cena no nos parece tan estupenda pero había que probarla que para eso estamos en Suiza. Mañana un nuevo collado nos llevará de vuelta a Francia.


miércoles, 23 de agosto de 2017

Tour alrededor del Mont Blanc - 2



El segundo día subimos a dormir en la Croix du Bonhomme, un refugio enorme en entorno alpino, pasamos los paisajes amables de valles y bosques cuidados para llegar al reino de la roca y los horizontes afilados. Siempre sobrecoge la montaña desnuda, grandiosa, y a los más montañeros del grupo nos gusta mucho esta etapa. El refugio es muy bonito por fuera y por el sitio donde está pero al ser tan grande pierde bastante encanto en las zonas comunes. De todas formas con el frío que hacía en el Col du Bonhomme se está muy bien aquí resguardado. Tal vez por la altura, tal vez por el frío, por la sopa de la cena o por lo bien que nos sentimos pasamos la sobremesa de la cena en la terraza observando las cabras montesas y riéndonos como niños con el camarada Gagarin. 


La etapa siguiente nos lleva al Col des Fours para bajar después entre flores, cojines alpinos y riachuelos de deshielo. Llegamos a la Ville des Glaciers, cuatro casas con vaquería y quesería donde hacen el riquísimo queso Beaufort. Claramente tenemos que comprar un trozo y de paso ver el almacén donde están estos quesos grandes, bonitos y sabrosos. Cuando estamos saliendo de la Ville llegan las vacas, muchas, todas con cencerro y con su andar pausado y tenemos la excusa perfecta para quedarnos un poco más en la sombra. Algunas horas más tarde el camino nos llevará al Col de la Seigne, que marca la frontera con Italia y nos ofrece, además de viento helado, la cara sur del Mont Blanc. La parte italiana parece mucho más agreste que lo que hemos visto en Francia y parece que es aquí donde los alpinistas duros abrían vías nuevas. Como para confirmarlo, el viento helado nos acompaña en todos los collados y refugios los tres días que pasamos en la parte italiana del Tour. Del Col de la Seigne bajamos al Vallon de la Lex Blanche, un valle glaciar de libro, donde aparece entre dos glaciares el refugio Elisabetta Soldini, nuestro sitio de pernocta. La localización es espectacular pero el refugio lleno a rebosar es incómodo, dormimos como sardinas en lata y nos volvemos a encontrar con un grupo de israelitas que tampoco son demasiado simpáticos. En cambio, después de la cena en la entrada se junta un grupo de británicos contando batallitas y bebiendo vino muy divertidos. El cuarto día nos baja por este Vallon precioso hasta el glaciar de Miage, que ahora es más morrena enorme que glaciar. Es impresionante verlo desde la ladera opuesta, así se entiende fácilmente cómo un glaciar puede excavar un valle. Va a ser una etapa larga y con mucho desnivel, que nos llevará al Col de Checrouit donde hay carteles del Ultra Trail del Mont Blanc, una terraza estupenda, y una estación de esquí. Y pensar que el mismo recorrido que estamos haciendo lo hacen corriendo en el Ultra Trail.
La bajada del Col de Checrouit a Courmayeur es una de las más empinadas de la travesía, eso sí, hay un bar estratégicamente situado al final de la misma donde nos roban por las cervezas. Esto de pagar mucho dinero por la cerveza parece una costumbre del TMB. Esta dura bajada amenaza con convertirse en un punto negro del TMB. Para mí no hay que darle tantas vueltas, es parte del camino, cansa, te llena de polvo, te aburre de bajar, más aún sabiendo que tendrás que subir dentro de poco, pero hay que hacerla, sufrirla, y disfrutarla. Si fuera plano no tendría ninguna gracia, y como dice mi nueva familia CTR: si fuera fácil no sería para nosotros.
Para recuperar fuerzas decidimos comer pizza, y tomar otra cervecita, en un sitio al lado de la estación de Courmayeur. La dueña es simpática, las pizzas estás riquísimas, no voy a olvidar la vegetariana, estamos a la sombra, de vacaciones, en buena compañía... qué más se puede pedir... Pues una subida en un sendero en zigzag por un bosque que te lleve al Refugio Bertone, que es justo lo que tendremos. Vamos subiendo, poquito a poquito, y de repente aparece el refugio sobre nuestras cabezas, mucho antes de lo esperado. Un refugio grande, de piedra, con terraza de piedra, con pinta acogedora y con una zona de tumbonas para admirar el Monte Bianco, que ahora no es el Mont Blanc porque lo vemos desde Italia. Entra rápidamente en el top10 de la lista de sitios donde he dormido, a pesar de que haya sólo dos duchas y de que cenemos polenta. Antes de las seis de la mañana la luz del amanecer se refleja en la nieve del Monte Bianco y allí estamos todos esperando ver los tonos naranjas y rosados sobre el gran monte, admirando un nuevo día en este sitio espectacular. 


Tour alrededor del Mont Blanc - 1

Hace siete años me fui con el grupo de sospechosos habituales del verano a la Senda de Camille. Ese viaje marcó un momento de inflexión: una vuelta al monte, a las travesías, los madrugones, las cuestas, el aire fresco, las flores de verano, la amistad consolidada en los senderos.
Creo que el viaje de este año, el Tour del Mont Blanc (TMB), nace de aquella senda. No he acompañado todos los viajes del grupo en los años transcurridos entre la Senda de Camille y el Tour del Mont Blanc, pero el año pasado en una cena en Canfranc descubrimos que el bichillo de las travesías andaba inquieto y comenzamos a hablar de este Tour, un clásico para los senderistas y amantes de la montaña. En esa cena el único que no parecía convencido fue el que finalmente organizó todo. Un lujo, organización pluscuamperfecta en la que no se descuidó nada, y que estaba lista mucho antes de que ninguno de los que fuimos empezara incluso a soñar con el viaje. Para mí hacer el Tour del Mont Blanc era un sueño pendiente de realizar, así que me sentí muy afortunada por la organización y la compañía perfectas. Tal vez sólo faltó un explorador perdido.

Hay muchas formas de hacer el TMB, algunas incluso usando furgonetas, teleféricos y autobuses para no hacerlo todo a pie. Está claro que, además de ser un paraíso para los senderistas curtidos, el TMB es una gran atracción turística y de ahí la gran oferta que hay en verano de alojamientos y servicios. Encontramos algunos andarines solitarios como Bruna, bastantes australianos y norteamericanos, incluyendo una senderista de falda naranja que Ana no olvidará, algunos españoles y muchos asiáticos, de los que no guardamos gran recuerdo. Exceptuando los primeros japoneses con los que compartimos mesa el resto de coreanos y japoneses con los que coincidimos eran muy poco respetuosos, bastante desagradables y se dedicaban a robar las rebanadas de pan y la fruta de los desayunos comunes, además de colarse en las duchas, estuvieran ocupadas o no. Nada que ver con la imagen de respeto extremo que tenemos de las culturas asiáticas.

Nuestro TMB tuvo, además de camisetas exclusivas, diez etapas, unos 200 km y unos 12000 m de desnivel, que incluyen la peligrosa subida y bajada de las literas en muchos refugios, probablemente una de las actividades de mayor riesgo de la travesía. Durante esos diez días cruzamos por puertos de montaña las fronteras entre Francia e Italia, Italia y Suiza, y Suiza y Francia. Atravesar las fronteras humanas por senderos no es algo que se haga todos los días y menos en Europa. En realidad la única frontera es la impuesta por las compañías telefónicas que no tienen acuerdo con Suiza, porque para pagar se pueden usar euros sin problema. Estos suizos siempre tan prácticos en las cuestiones financieras.

Empezamos a lo grande subiendo en el teleférico desde Les Houches a Bellevue para tener una etapa inicial más disfrutona. Teleférico, bosques de abetos, alerces y pinos, glaciares colgados y una temperatura estupenda abren nuestra aventura. Las primeras horas del TMB transcurren por valles verdísimos, senderos marcados y cabañas lindísimas, todo como sacado de una postal alpina. El almuerzo a base de productos extremeños con vistas de los glaciares y valles alpinos desde el Chalet de Truc inaugura la tradición gastronómica de este grupo montañero que no viaja sin jamón, queso y vino de buena calidad. Ya se sabe, con jamón, queso y vino se hace el camino. Ese primer día dormimos en Les Contamines, en el refugio del CAF, que está lleno de fotos de montañas de Asia. Me sorprendí reconociendo sitios y personas de Nepal que yo también conozco en un refugio francés. El mundo es pequeño a veces. La primera etapa es siempre la más difícil, hay que salir de nuestro ritmo de vida sedentario y acostumbrarse a caminar con la mochila durante horas. Es una cuestión de hacerlo despacito, poquito a poquito, suave, suavecito...como bien dice la canción. Y si se tiene la suerte de disfrutar de un tiempo espléndido y un paisaje como este la dureza física se hace muy relativa. En realidad somos unos privilegiados.