miércoles, 23 de agosto de 2017

Tour alrededor del Mont Blanc - 1

Hace siete años me fui con el grupo de sospechosos habituales del verano a la Senda de Camille. Ese viaje marcó un momento de inflexión: una vuelta al monte, a las travesías, los madrugones, las cuestas, el aire fresco, las flores de verano, la amistad consolidada en los senderos.
Creo que el viaje de este año, el Tour del Mont Blanc (TMB), nace de aquella senda. No he acompañado todos los viajes del grupo en los años transcurridos entre la Senda de Camille y el Tour del Mont Blanc, pero el año pasado en una cena en Canfranc descubrimos que el bichillo de las travesías andaba inquieto y comenzamos a hablar de este Tour, un clásico para los senderistas y amantes de la montaña. En esa cena el único que no parecía convencido fue el que finalmente organizó todo. Un lujo, organización pluscuamperfecta en la que no se descuidó nada, y que estaba lista mucho antes de que ninguno de los que fuimos empezara incluso a soñar con el viaje. Para mí hacer el Tour del Mont Blanc era un sueño pendiente de realizar, así que me sentí muy afortunada por la organización y la compañía perfectas. Tal vez sólo faltó un explorador perdido.

Hay muchas formas de hacer el TMB, algunas incluso usando furgonetas, teleféricos y autobuses para no hacerlo todo a pie. Está claro que, además de ser un paraíso para los senderistas curtidos, el TMB es una gran atracción turística y de ahí la gran oferta que hay en verano de alojamientos y servicios. Encontramos algunos andarines solitarios como Bruna, bastantes australianos y norteamericanos, incluyendo una senderista de falda naranja que Ana no olvidará, algunos españoles y muchos asiáticos, de los que no guardamos gran recuerdo. Exceptuando los primeros japoneses con los que compartimos mesa el resto de coreanos y japoneses con los que coincidimos eran muy poco respetuosos, bastante desagradables y se dedicaban a robar las rebanadas de pan y la fruta de los desayunos comunes, además de colarse en las duchas, estuvieran ocupadas o no. Nada que ver con la imagen de respeto extremo que tenemos de las culturas asiáticas.

Nuestro TMB tuvo, además de camisetas exclusivas, diez etapas, unos 200 km y unos 12000 m de desnivel, que incluyen la peligrosa subida y bajada de las literas en muchos refugios, probablemente una de las actividades de mayor riesgo de la travesía. Durante esos diez días cruzamos por puertos de montaña las fronteras entre Francia e Italia, Italia y Suiza, y Suiza y Francia. Atravesar las fronteras humanas por senderos no es algo que se haga todos los días y menos en Europa. En realidad la única frontera es la impuesta por las compañías telefónicas que no tienen acuerdo con Suiza, porque para pagar se pueden usar euros sin problema. Estos suizos siempre tan prácticos en las cuestiones financieras.

Empezamos a lo grande subiendo en el teleférico desde Les Houches a Bellevue para tener una etapa inicial más disfrutona. Teleférico, bosques de abetos, alerces y pinos, glaciares colgados y una temperatura estupenda abren nuestra aventura. Las primeras horas del TMB transcurren por valles verdísimos, senderos marcados y cabañas lindísimas, todo como sacado de una postal alpina. El almuerzo a base de productos extremeños con vistas de los glaciares y valles alpinos desde el Chalet de Truc inaugura la tradición gastronómica de este grupo montañero que no viaja sin jamón, queso y vino de buena calidad. Ya se sabe, con jamón, queso y vino se hace el camino. Ese primer día dormimos en Les Contamines, en el refugio del CAF, que está lleno de fotos de montañas de Asia. Me sorprendí reconociendo sitios y personas de Nepal que yo también conozco en un refugio francés. El mundo es pequeño a veces. La primera etapa es siempre la más difícil, hay que salir de nuestro ritmo de vida sedentario y acostumbrarse a caminar con la mochila durante horas. Es una cuestión de hacerlo despacito, poquito a poquito, suave, suavecito...como bien dice la canción. Y si se tiene la suerte de disfrutar de un tiempo espléndido y un paisaje como este la dureza física se hace muy relativa. En realidad somos unos privilegiados.




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