Llevamos 4 días en el Parque Nacional de Gorongosa, en el
centro de Mozambique, un sitio que es considerado uno de los paraísos de África.
Este parque perdió el 90% de su fauna con las sucesivas guerras del siglo XX que
asolaron Mozambique. Un filántropo americano, Greg Carr, se enamoró del lugar
hace unos años y ha puesto en marcha un
proyecto gigantesco para recuperarlo. Ha conseguido negociar con el gobierno
mozambicano la gestión del mismo y su proyecto de restauración paga a toda la gente
que trabaja en el Parque, así como los proyectos de reintroducción de fauna,
guardas que vigilan a los furtivos y retiran los cepos y lazos, un centro de
educación ambiental y en salud con arquitectura ecológica y diversas
inversiones en las comunidades de la zona tampón del parque como son escuelas y
centros de salud. Además tienen en marcha un gran proyecto de reforestación de
la montaña de Gorongosa, cuyo bosque tropical está gravemente amenazado por la
deforestación provocada por la presión humana. A esas poblaciones también
quieren ofrecerles alternativas a la quema del bosque con técnicas más sostenibles de explotación agrícola. En resumen un proyecto fantástico en el que colaboran y
trabajan personas extraordinarias mozambicanas y extranjeras,
El Parque ahora también acoge investigadores y es por eso
por lo que estamos aquí. Por eso y porque la primera vez que vi las imágenes del
Parque de Gorongosa me hizo recordar los sueños que tenía cuando acabé
biología. Hacer algún trabajo en ecología en África era uno de esos sueños, de
esos que parecen inalcanzables. Pero decidí inventar un proyecto de
investigación interesante que me permitiera venir aquí. Y en ese proyecto
arrastré a Vicky, Rubén y Erika, biólogos y amigos, y a Javier, el cámara explorador, al que debo que
me recordara sin saberlo que hay que intentarlo antes de decir que no se puede.
Desde sentarme con la idea inicial del proyecto hasta llegar
aquí han pasado meses de mucho trabajo, incertidumbre y agobios diversos. Nadie
dijo que sería fácil pero finalmente hemos llegado hasta aquí. Cuando vi la
entrada del Parque y saludamos al guarda casi no podía creerlo.
Hemos llegado en la época seca y no hay casi frutos, ni
flores ni hojas, pero aún así es un sitio espectacular. En el “campamento”
Chitengo donde están todas las instalaciones y donde dormiremos los próximos 15
días, hay pumbas (o facoceros) que ramonean y babuinos que buscan los restos de
la cocina….no hay duda, hemos llegado a África.
La parte del Parque que se puede recorrer en vehículo nos
lleva a bosques de acacias amarillas, palmerales, bosques densos, sabanas y
praderas, un mosaico de ecosistemas en poco espacio por el que corren mangostas,
impalas, oribis, waterbucks, antílopes, búfalos y leones (aunque a estos aún no
los hemos visto) y que sobrevuelan pelícanos, águilas pescadoras, marabús, cigüeñas,
grullas….Un sitio de lujo para trabajar. Claro que también hay mosquitos que
transmiten la malaria, y moscas tsé-tsé, y serpientes, pero tampoco hay que
obsesionarse con esas pequeñeces…
En un sitio como éste es bueno conocer la realidad que nos rodea así que los dos últimos días hemos visitado distintas comunidades en la
zona tampón del parque. Viven en chozas de adobe y paja rodeados por sus campos
de cultivo, las machambas, y hay niños por todos lados, que a veces nos miran
como si vieran un fantasma. Esconden historias terribles, como la mina que le
explotó a dos niños hace unos años, el
sida transmitido por los camioneros en las carreteras o los efectos colaterales
de los conflictos entre el gobierno y la oposición. Y también historias
conmovedoras y valientes como la de Pedro Magura, el hombre que planta árboles
y está cambiando la mentalidad y la vida de muchos, o la de los profesores que hemos conocido en la
Comunidade de Vinho donde intentan que la educación se convierta en un valor
importante para ellos. La mayoría de los mozambicanos que viven en zonas
rurales son analfabetos y las mujeres no hablan portugués sino su lengua local.
Como en muchas zonas de África la educación de la mujer es secundaria. Aun así,
tienen sus curanderos que a veces sanan a personas desahuciadas por el sistema
de salud, en los pocos casos en que éste llega a las comunidades rurales.
La gente de Gorongosa es simpática, respetuosa y muy
sonriente. Ya me lo habían dicho pero es mucho mejor de lo que esperaba…Estoy
totalmente enamorada del sitio. En esta primera fase de la estancia aquí, en
ese momento del viaje cuando lo exótico es la rutina diaria me quedó con la
imagen de los hipopótamos andando en el río, los antílopes e impalas saltando
al lado del todoterreno, la puesta de sol sobre el lago Urema y los juegos y
risas de los niños de la escuela de Vinho, un regalo inesperado que me ha
emocionado. Como guinda, hoy es luna llena, y la hemos visto roja,
imponente, levantarse sobre el cielo de África.
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