jueves, 19 de septiembre de 2013

Haciendo de bióloga en Gorongosa

Llevamos 4 días en el Parque Nacional de Gorongosa, en el centro de Mozambique, un sitio que es considerado uno de los paraísos de África. Este parque perdió el 90% de su fauna con las sucesivas guerras del siglo XX que asolaron Mozambique. Un filántropo americano, Greg Carr, se enamoró del lugar hace unos años y  ha puesto en marcha un proyecto gigantesco para recuperarlo. Ha conseguido negociar con el gobierno mozambicano la gestión del mismo y su proyecto de restauración paga a toda la gente que trabaja en el Parque, así como los proyectos de reintroducción de fauna, guardas que vigilan a los furtivos y retiran los cepos y lazos, un centro de educación ambiental y en salud con arquitectura ecológica y diversas inversiones en las comunidades de la zona tampón del parque como son escuelas y centros de salud. Además tienen en marcha un gran proyecto de reforestación de la montaña de Gorongosa, cuyo bosque tropical está gravemente amenazado por la deforestación provocada por la presión humana. A esas poblaciones también quieren ofrecerles alternativas a la quema del bosque con técnicas más sostenibles de explotación agrícola. En resumen un proyecto fantástico en el que colaboran y trabajan personas extraordinarias mozambicanas y extranjeras,
El Parque ahora también acoge investigadores y es por eso por lo que estamos aquí. Por eso y porque la primera vez que vi las imágenes del Parque de Gorongosa me hizo recordar los sueños que tenía cuando acabé biología. Hacer algún trabajo en ecología en África era uno de esos sueños, de esos que parecen inalcanzables. Pero decidí inventar un proyecto de investigación interesante que me permitiera venir aquí. Y en ese proyecto arrastré a Vicky, Rubén y Erika, biólogos y amigos, y a Javier, el cámara explorador, al que debo que me recordara sin saberlo que hay que intentarlo antes de decir que no se puede.
Desde sentarme con la idea inicial del proyecto hasta llegar aquí han pasado meses de mucho trabajo, incertidumbre y agobios diversos. Nadie dijo que sería fácil pero finalmente hemos llegado hasta aquí. Cuando vi la entrada del Parque y saludamos al guarda casi no podía creerlo.
Hemos llegado en la época seca y no hay casi frutos, ni flores ni hojas, pero aún así es un sitio espectacular. En el “campamento” Chitengo donde están todas las instalaciones y donde dormiremos los próximos 15 días, hay pumbas (o facoceros) que ramonean y babuinos que buscan los restos de la cocina….no hay duda, hemos llegado a África.
La parte del Parque que se puede recorrer en vehículo nos lleva a bosques de acacias amarillas, palmerales, bosques densos, sabanas y praderas, un mosaico de ecosistemas en poco espacio por el que corren mangostas, impalas, oribis, waterbucks, antílopes, búfalos y leones (aunque a estos aún no los hemos visto) y que sobrevuelan pelícanos, águilas pescadoras, marabús, cigüeñas, grullas….Un sitio de lujo para trabajar. Claro que también hay mosquitos que transmiten la malaria, y moscas tsé-tsé, y serpientes, pero tampoco hay que obsesionarse con esas pequeñeces…
En un sitio como éste es bueno conocer la realidad que nos rodea así que los dos últimos días hemos visitado distintas comunidades en la zona tampón del parque. Viven en chozas de adobe y paja rodeados por sus campos de cultivo, las machambas, y hay niños por todos lados, que a veces nos miran como si vieran un fantasma. Esconden historias terribles, como la mina que le explotó a dos niños hace unos años, el sida transmitido por los camioneros en las carreteras o los efectos colaterales de los conflictos entre el gobierno y la oposición. Y también historias conmovedoras y valientes como la de Pedro Magura, el hombre que planta árboles y está cambiando la mentalidad y la vida de muchos, o la de los profesores que hemos conocido en la Comunidade de Vinho donde intentan que la educación se convierta en un valor importante para ellos. La mayoría de los mozambicanos que viven en zonas rurales son analfabetos y las mujeres no hablan portugués sino su lengua local. Como en muchas zonas de África la educación de la mujer es secundaria. Aun así, tienen sus curanderos que a veces sanan a personas desahuciadas por el sistema de salud, en los pocos casos en que éste llega a las comunidades rurales.

La gente de Gorongosa es simpática, respetuosa y muy sonriente. Ya me lo habían dicho pero es mucho mejor de lo que esperaba…Estoy totalmente enamorada del sitio. En esta primera fase de la estancia aquí, en ese momento del viaje cuando lo exótico es la rutina diaria me quedó con la imagen de los hipopótamos andando en el río, los antílopes e impalas saltando al lado del todoterreno, la puesta de sol sobre el lago Urema y los juegos y risas de los niños de la escuela de Vinho, un regalo inesperado que me ha emocionado. Como guinda, hoy es luna llena, y la hemos visto roja, imponente, levantarse sobre el cielo de África.

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