jueves, 13 de marzo de 2014

9 días caminando en Mustang

De nuevo en Jomsom tras nueve días caminando por encima de 3000 m para descubrir Mustang. Una tierra de paisajes grandiosos. Un camino dominado en su primera mitad por las cumbres nevadas y majestuosas del Nilgiri, el Tilicho, el Annapurna. Y en todo su recorrido por cantos rodados gigantes, por formaciones de arenisca amarilla, blanquecina, rojiza, y profundos cañones excavados por los torrentes que bajan de las montañas. Es un paisaje majestuoso, con la belleza extraña de los sitios áridos y desolados.


Las aldeas rompen este paisaje con sus extensos campos de cultivo, verdes ya en el Kali Gandaki y que empiezan a cultivarse ahora en las zonas más altas. Poca gente se queda ahora en invierno en Mustang, bajan a zonas más cálidas y vuelven para la temporada de trekking y de cultivo. 


Por ser invierno y fuera de temporada no encontramos un solo turista hasta el día 7 de marzo, cuando ya vamos de vuelta hacia Kagbeni. Tengo la sensación de haber disfrutado del Mustang más auténtico posible. Aquí llegan turistas, más de 3000 el año pasado, y por eso hay lodges (como se llaman aquí los alojamientos) y tiendas de artesanía. Ahora casi todo estaba cerrado y no había mucho donde elegir para dormir ni tampoco para comer. A partir del tercer día hemos disfrutado de las cocinas tibetanas en cada lodge, fuera de ellas estábamos bajo cero y es en las cocinas donde se concentra la actividad de la casa. El fogón tradicional está en el medio de la cocina y quema leña y excrementos secos de vaca y cabra. Se han introducido fogones de gas para evitar la deforestación, pero el fogón tradicional sigue siendo la base para calentarse y para calentar agua. La dieta: arroz con lentejas, pasta con verdura, huevos, chapatis, pan tibetano y patatas con picante. Y la ducha imposible, claro. Creo que siempre voy a recordar el lavado en la fuente de Ghemi a menos de 5 grados...

Según subimos y nos acercamos a Lo Manthang, la antigua capital del reino de Mustang, aumentan los monumentos religiosos: chortens, estupas, muros mani, molinos de oración...según leo en el libro de Peissel el budismo tiene más de 1000 demonios y aquí, quizá más que en ningún sitio, se necesita toda la protección posible. Sobre las puertas hay cabezas de cabra o de vaca que deben evitar que entre algún mal espíritu.




Leyendas y religión se mezclan en esta tierra fantástica donde cada mañana se bendice la casa con un incensario con brasas y enebro sagrado...Algunas mañanas me despierta el rezo del monasterio más cercano.


Aunque las casas tengan placas solares y en algunas aldeas la gente use botas de trekking, no hemos visto una sola televisión y la mayoría de mujeres llevan la falda y el delantal colorido tradicional. También llevan collares con turquesas y corales o relicarios con la imagen de algún lama. Y así trabajan el campo, hilan, transportan estiércol, lavan la ropa, cocinan y cuidan a sus niños...mientras los hombres ayudan con esas tareas, llevan al ganado a pastar o trabajan fuera de casa.



Lo Manthang es una ciudad amurallada, una ciudad medieval de cuento con callejuelas llenas de hielo, casas apiñadas y monasterios majestuosos. Sus gentes sonríen, nos cuentan historias, nos dejan compartir su tiempo. La sonrisa de una niña me enamora. A veces siento que somos una distracción en la rutina rural del invierno. 
Al final de la tarde la mayoría de habitantes hacen la kora, dan vueltas a la ciudad entera que son oraciones a los dioses del budismo. Los imitamos y el cielo increíble del Himalaya nos compensa por la temperatura de varios grados bajo cero.



Al día siguiente iniciamos el regreso tras visitar los monasterios fantásticos de Lo Manthang. Con el viento de cara, collados de más de 4000 m y con las cumbres nevadas del Gaugiri, del Annapurna y del Nilgiri enfrente. 

Esta tierra engancha, por el blanco de los pueblos y sus ventanas coloridas, por la sonrisa y el saludo de los niños, y el susto de otros al vernos, por la vida sencilla y comunitaria, por las horas caminando sin que se acaben los caminos, y por los horizontes grandiosos, infinitos, donde caben todos los sueños.



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