viernes, 14 de marzo de 2014

Salir de Jomsom: el precio de la aventura


Seis horas tardamos en recorrer los 200 km que separan Kathmandu de Pokhara, incluyendo los atascos y caos habituales de Kathmandu. Un viaje cansado pero bastante cómodo en la furgoneta de la agencia que nos organiza el trekking. De Pokhara volamos a Jomsom en una avioneta que da bastante miedo pero que nos lleva en menos de media hora a nuestro destino volando entre el Dhaulagiri y el Annapurna.
Después de la travesía por Mustang volvemos a Jomsom dos días antes de nuestro vuelo de vuelta. Queríamos a subir al Thorong La, el famoso collado de 5400 m, pero el tiempo nos la juega. Nieva y entra tormenta y nos quita la oportunidad de hacerlo. La avioneta que debíamos coger de vuelta a Pokhara no vuela el día 13 por el viento. El día 14 sube de Pokhara pero se queda en Jomsom. Se rumorea que el problema no es el viento sino algún problema técnico...cancelan vuelos y decidimos coger un autobús local para salir de Jomsom.


La carretera no pasaría de pista para todoterrenos en España... El autobús no va a más de 10 km por hora. Aún así se mueve como si fuese una mezcla del barco vikingo, el pulpo y la olla loca, aquellas atracciones de la feria que me gustaban tanto. Además el bus se balancea como si fuera una barquita en medio de mar gruesa. Todo esto con el precipicio que baja hasta el Kali Gandaki a 10 cm de las ruedas. Eso sí, el paisaje es espectacular, paredes cortadas a filo, montañas y colinas que recuerdan los dibujos orientales.


Las tres primeras horas son divertidas, nos lo tomamos como una parte más de la aventura. El conductor para cuando le apetece hacer pis o hablar con alguno que nos cruzamos, y que siempre pasa aunque parezca que no hay espacio. Sin embargo, después de cuatro horas el viaje ya no es divertido y llega el hartazgo y al rato la desesperación. En cada salto siento como mis vértebras chocan al tocar el asiento, tengo magullados codos y rodillas y un chichón en la cabeza. Siete horas dura la tortura, me pregunto si me habré reencarnado en un nuevo y sofisticado infierno budista... Por fin, molidos y doloridos llegamos a Bheni donde nos espera la furgoneta, un lujo, que nos llevará a Kathmandu... Solo son ocho horas más de viaje... Esta vez por una carretera que sí tiene asfalto...a veces.
Me pregunto si el estado de las carreteras-pistas se debe a los monzones y derrumbamientos periódicos o a la dejadez del gobierno...y también cómo será vivir en esas aldeas perdidas donde necesitas 7 horas para recorrer 70 km hasta la ciudad más cercana...es todo un desafío para nuestra mentalidad europea de prisas, horarios fijos y comodidad.
 



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