jueves, 28 de agosto de 2014

Roadtrip: siguiendo el sol

Nos acercamos a Mónaco recorriendo un paisaje verde y azul atravesado por decenas de túneles y viaductos que hacen posible la autopista que viene de Génova. El Ararat queda muy lejos, no sólo en kilómetros sino también en sensaciones. Parece que estuve en su cima hace meses. Sin embargo, salimos de Dogubeyazit en dirección oeste hace sólo nueve días. En la ruta de vuelta dos objetivos claros, Capadocia y Venecia, y la decisión de no volver por el mismo camino en la medida de lo posible. Nos despedimos del este de Anatolia visitando el palacio de Ishak Pasha, una joya perdida en esta esquina de Turquía. Resistiendo la tentación de atravesar la frontera iraní emprendemos viaje hacia el centro de Anatolia. Kilómetros de altiplano, mezquitas, carreteras de doble carril, camiones turcos, o de Georgia, Irán, Azerbayan, y rebaños cruzando al atardecer. Descansamos en Capadocia y disfrutamos tanto del paisaje como del espectáculo de los globos al amanecer. Grandioso bajo el cielo azul del verano.
Desde Capadocia diseñamos una estrategia para intentar evitar el atasco de Estambul. Tiempo perdido. El destino tiene otros planes para nosotros y acabamos atrapados en el atasco de Estambul y cruzándolo de noche. Exactamente lo que todas las guías de viaje recomiendan no hacer. No importa, atravesar el Bósforo de noche es mágico, incluso rodeados por miles de coches. Estambul nos despide con sus mejores galas de ciudad moderna y pujante, exhibiendo su poderío financiero y comercial. Parece a años luz de la Turquía oriental. Todavía tenemos esa imagen cuando llegamos a la frontera con Bulgaria, con la UE, que por contraste parece muchísimo más pobre. Un país nuevo en este viaje loco, con carreteras y coches que recuerdan a la España de los años 70, pero que nos pilla cansados. A media tarde, y sin planearlo, encontramos un sitio perfecto para pasar la noche. Una vez más el camino decide por nosotros, esta vez a nuestro favor, y nos regala un hotelito con habitación estupenda y piscina en un pueblo llamado Dragoman. El baño, la cena y la cerveza nos devuelven la ilusión. El pueblo es pequeño, de película de fin de la época soviética, y con golondrinas cantarinas. Bueno, hemos visto algo de Bulgaria. 
Al día siguiente atravesamos Serbia y Croacia. El paisaje se va volviendo más verde, las carreteras mejores. Continuamos viaje junto a los cientos de coches de emigrantes turcos que vuelven a Centroeuropa; los camiones ahora son de Hungría, Bulgaria, República Checa. Serbia es el último país no perteneciente a la UE que atravesamos, la última frontera con control de pasaporte. Rodeamos Belgrado y más tarde Zagreb, el objetivo hoy es llegar a Eslovenia. No nos defrauda, es un país tan verde y tan tranquilo como nos habían contado y  acampamos al lado de un río caudaloso, apacible, rodeados por bosque y pueblos de cuento. Después de tanto kilómetro y tanto tráfico es la imagen que pondría para describir "un remanso de paz".

Llueve en Eslovenia pero el tráfico es menos denso que los últimos dos días. Como todo es tan pequeño aprovechamos para dar un paseo por Liubliana. Dan ganas de quedarse más tiempo y disfrutar de esta ciudad amable.
No puede ser, las autopistas y carreteras italianas nos esperan. Volvemos a la Europa donde entendemos fácilmente los letreros e indicaciones, y también donde viajar en coche es caro. El destino de hoy es uno de los principales objetivos de la vuelta: Venecia. Después de haber oído tanta cosa buena temo que las expectativas sean demasiado grandes. Pero Venecia me conquista sin concesiones. A pesar de las tiendas de recuerdos y de los miles de turistas. Nos vamos sabiendo que queremos volver. Y eso es mucho después de todo lo que hemos visto.

Riva del Garda nos recibe con una tarde lluviosa y ventosa. Tenemos que quedarnos dos noches para subirnos a los montes que rodean el lago y hacer una vía ferrata. Casi siete horas de paseo con el lago a nuestros pies y por paredes donde parecía imposible pasar. La guinda al pastel de este viaje, y un descanso para las piernas agarrotadas de tanto coche. Riva es muy bonito, rico, invadido por alemanes y con un aire de vacaciones perfectas, el turismo activo debieron inventarlo aquí...

Mientras escribo hemos dejado atrás la costa azul. Esta noche aún dormiremos en Francia aunque no será fácil encontrar sitio, y sobre todo, no nos gustarán los precios. Eso sí, el último día de viaje para entrar en España nos lo tomamos con calma, pasando de autopistas y disfrutando del paisaje del Languedoc y de la Costa Brava. Hoy vuelvo al punto de partida, en Barcelona, con la sensación de que todo fue un sueño, pero sintiéndome afortunada y más rica...y además con decenas de picaduras de mosquitos que me traigo de recuerdo.


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